¿Por qué los perros esconden huesos?
Conozca a su perro
Para comprender por qué los perros
domésticos esconden alguna vez los huesos es necesario considerar la forma en
que los lobos cazan en estado salvaje. Las presas pequeñas, como los ratones,
son acechadas, perseguidas, cazadas por lobos que actúan de manera individual.
Al saltar, atrapan la presa bajo la pata delantera. En el momento en que la
cogen, muerden deprisa varias veces, tras lo cual es engullida con rapidez. Las
presas ligeramente mayores, como los conejos, son tratadas de la misma manera.
Si un animal de este tamaño muestra alguna dificultad, lo sacudirá
vigorosamente; pero, por lo general, unos cuantos mordiscos es cuanto necesita
para matarlo. A los animales de tamaño medio, como una oveja o un cervatillo,
les producen la muerte con mordiscos en la garganta. Lo hacen en unos pocos
segundos. Con todos esos animales, desde el ratón a la oveja, no existe
necesidad de guardar comida enterrándola. Incluso un cervatillo puede ser
consumido con rapidez por unos cuantos lobos, pues cada individuo adulto es
capaz de tragar hasta ocho kilos de carne de una sentada, y llegar a ingerir
veinte kilos en veinticuatro horas.
Sólo con las presas muy grandes,
como un ciervo adulto, ganado o caballos, pueden conseguir una reserva de
alimentos. No obstante, incluso en dichos casos por lo general dejan la carcasa
in situ después de haberse comido la presa por completo, y vuelven después.
Pero si la manada de lobos es pequeña y sólo está compuesta por unos cuantos
animales adultos, pueden tomar la precaución de arrancar grandes trozos de
carne y enterrarlos en el suelo. Esto protege a los alimentos de los
carroñeros, especialmente ciertas aves como los cuervos, cornejas y buitres. En
los veranos cálidos, también preserva la carne de las moscas y los gusanos.
Normalmente, este entierro tiene lugar muy poco después de la muerte, y a veces
los pedazos de carne se llevan a la guarida y se depositan allí.
La acción de enterrar consiste en
excavar un agujero con las patas delanteras mientras todavía sujetan la carne
con las mandíbulas. Cuando la cavidad es ya lo suficientemente honda, el lobo
abre las quijadas y deja caer la carne. Luego emplea el hocico para volver a echar
la tierra encima del escondrijo. A diferencia del gato, nunca usa sus patas
delanteras para llenar el agujero que ha excavado. Una vez el hoyo ha quedado
cubierto, realiza unos cuantos movimientos de presión hacia abajo con el morro
y luego se va. Regresa al día siguiente, con las patas delanteras, pone al
descubierto la carne, la agarra con las mandíbulas, la sacude con fuerza para
desprender la tierra pegada a su tesoro y luego lo deja en el suelo y empieza a
comérselo.
Volviendo al perro doméstico,
resulta ahora sencillo ver qué condiciones deben estar presentes para alentarlo
a enterrar alimentos. En primer lugar, debe existir un excedente de comida. Un
perro hambriento, al igual que sus antepasados los lobos, se come todo lo que
puede. Sólo si queda algo que no es capaz de zamparse, se lo lleva al jardín y
lo entierra. La comida para perros comercial, incluso en los hogares en que los
dueños sobrealimentan a sus animales, resulta imposible de llevar y de sujetar
con las mandíbulas mientras practica un agujero. Por lo tanto, los perros
alimentados sólo con alimentos blandos colocados en sus cuencos, nunca tendrán
la oportunidad de enterrar nada. Pero si les dan huesos grandes, lo harán
porque, al fin, tendrán algo que podrán llevarse y guardar en un agujero.
La razón de que los huesos sean tan
populares como objetos que se pueden enterrar, es que, aunque los perros en
cuestión no estén sobrealimentados ni tengan un excedente de comida, un hueso
de buen tamaño, que no puede romper ni comérselo, viene a equivaler a una pieza
alimenticia «que no puede comerse de inmediato». Es esta cualidad de «sobrante»
lo que persuade, incluso a un perro hambriento, a enterrarlo.
Algunos perros de compañía,
sobrealimentados con comida blanda, realizan un extraño entierro de restos de
alimentos. Saben que la comida que queda en el cuenco no deja de ser buena,
pero no están hambrientos, por lo que tratan de enterrar todo el cuenco en un
rincón de un cuarto. Las acciones de enterrar son sólo fragmentarias en tales
casos. Por lo general, el animal lo máximo que llega a hacer son «movimientos
de cubrimiento» con el hocico. Esas acciones pueden a menudo empujar el cuenco
por el suelo, pero no tienen otros efectos y el perro renuncia pronto. Lo que
un perro que hace eso le está diciendo a su amo es que le han dado una comida
muy abundante. Para no dejarla a unos imaginarios carroñeros, realiza los
movimientos de guardar la comida para otra ocasión.
Del libro Dogwatching Autor: Desmond Morris