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jueves, 31 de octubre de 2019

¿Por qué los perros esconden huesos?

¿Por qué los perros esconden huesos?

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¿Por qué los perros esconden huesos?
            Para comprender por qué los perros domésticos esconden alguna vez los huesos es necesario considerar la forma en que los lobos cazan en estado salvaje. Las presas pequeñas, como los ratones, son acechadas, perseguidas, cazadas por lobos que actúan de manera individual. Al saltar, atrapan la presa bajo la pata delantera. En el momento en que la cogen, muerden deprisa varias veces, tras lo cual es engullida con rapidez. Las presas ligeramente mayores, como los conejos, son tratadas de la misma manera. Si un animal de este tamaño muestra alguna dificultad, lo sacudirá vigorosamente; pero, por lo general, unos cuantos mordiscos es cuanto necesita para matarlo. A los animales de tamaño medio, como una oveja o un cervatillo, les producen la muerte con mordiscos en la garganta. Lo hacen en unos pocos segundos. Con todos esos animales, desde el ratón a la oveja, no existe necesidad de guardar comida enterrándola. Incluso un cervatillo puede ser consumido con rapidez por unos cuantos lobos, pues cada individuo adulto es capaz de tragar hasta ocho kilos de carne de una sentada, y llegar a ingerir veinte kilos en veinticuatro horas.
            Sólo con las presas muy grandes, como un ciervo adulto, ganado o caballos, pueden conseguir una reserva de alimentos. No obstante, incluso en dichos casos por lo general dejan la carcasa in situ después de haberse comido la presa por completo, y vuelven después. Pero si la manada de lobos es pequeña y sólo está compuesta por unos cuantos animales adultos, pueden tomar la precaución de arrancar grandes trozos de carne y enterrarlos en el suelo. Esto protege a los alimentos de los carroñeros, especialmente ciertas aves como los cuervos, cornejas y buitres. En los veranos cálidos, también preserva la carne de las moscas y los gusanos. Normalmente, este entierro tiene lugar muy poco después de la muerte, y a veces los pedazos de carne se llevan a la guarida y se depositan allí.
            La acción de enterrar consiste en excavar un agujero con las patas delanteras mientras todavía sujetan la carne con las mandíbulas. Cuando la cavidad es ya lo suficientemente honda, el lobo abre las quijadas y deja caer la carne. Luego emplea el hocico para volver a echar la tierra encima del escondrijo. A diferencia del gato, nunca usa sus patas delanteras para llenar el agujero que ha excavado. Una vez el hoyo ha quedado cubierto, realiza unos cuantos movimientos de presión hacia abajo con el morro y luego se va. Regresa al día siguiente, con las patas delanteras, pone al descubierto la carne, la agarra con las mandíbulas, la sacude con fuerza para desprender la tierra pegada a su tesoro y luego lo deja en el suelo y empieza a comérselo.
            Volviendo al perro doméstico, resulta ahora sencillo ver qué condiciones deben estar presentes para alentarlo a enterrar alimentos. En primer lugar, debe existir un excedente de comida. Un perro hambriento, al igual que sus antepasados los lobos, se come todo lo que puede. Sólo si queda algo que no es capaz de zamparse, se lo lleva al jardín y lo entierra. La comida para perros comercial, incluso en los hogares en que los dueños sobrealimentan a sus animales, resulta imposible de llevar y de sujetar con las mandíbulas mientras practica un agujero. Por lo tanto, los perros alimentados sólo con alimentos blandos colocados en sus cuencos, nunca tendrán la oportunidad de enterrar nada. Pero si les dan huesos grandes, lo harán porque, al fin, tendrán algo que podrán llevarse y guardar en un agujero.
            La razón de que los huesos sean tan populares como objetos que se pueden enterrar, es que, aunque los perros en cuestión no estén sobrealimentados ni tengan un excedente de comida, un hueso de buen tamaño, que no puede romper ni comérselo, viene a equivaler a una pieza alimenticia «que no puede comerse de inmediato». Es esta cualidad de «sobrante» lo que persuade, incluso a un perro hambriento, a enterrarlo.                
Algunos perros de compañía, sobrealimentados con comida blanda, realizan un extraño entierro de restos de alimentos. Saben que la comida que queda en el cuenco no deja de ser buena, pero no están hambrientos, por lo que tratan de enterrar todo el cuenco en un rincón de un cuarto. Las acciones de enterrar son sólo fragmentarias en tales casos. Por lo general, el animal lo máximo que llega a hacer son «movimientos de cubrimiento» con el hocico. Esas acciones pueden a menudo empujar el cuenco por el suelo, pero no tienen otros efectos y el perro renuncia pronto. Lo que un perro que hace eso le está diciendo a su amo es que le han dado una comida muy abundante. Para no dejarla a unos imaginarios carroñeros, realiza los movimientos de guardar la comida para otra ocasión.
Del libro Dogwatching Autor: Desmond Morris

Ilustración de Stock


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